domingo, 24 de mayo de 2009

Fue, en Madrid. Las casas del contador de Juan II de Castilla, Alonso Álvarez de Toledo.

Junto a la actual plaza de Ramales donde antes se localizaba la iglesia de San Juan Bautista en las inmediaciones de la de Santiago. A pocos metros el Palacio Real y la plaza de Oriente. Detras de la iglesia de San Juan y de Santiago se encontraban las casas del mayorazgo de los Herrera, desde 1750 del marqués de Valmediano luego duques del Infantado. Conocidas como la Casa de las carracas fueron demolidas por orden de José I con la iglesia de San Juan. Mencionada ya en el Fuero de 1202, Santiago Apóstol fue una de las parroquias más antiguas de la ciudad. Situada en la plaza de Santiago, sobre el solar de la actual, se trataba de un edificio pequeño y poco capaz, teniendo por más destacado una pequeña portada adornada con dos columnas dóricas, y rematada por una escultura del santo a caballo y en actitud de guerrear. De similar antigüedad debió ser la de San Juan Bautista, también mencionada en el Fuero, y situada entorno a la actual plaza de Ramales. Según Antonio Ponz, su tamaño y su fábrica eran igualmente pobres, sin nada interesante que destacar. Fue parroquia de Palacio hasta 1639 y en su interior fue enterrado el insigne pintor Diego Velázquez. A prtir de 1614 se renovó la fachada según proyecto de Juan Gómez de Mora. En 1648 von la nueva alineación de la calle de Santa Clara se tira el primitivo ábside y se construye otro rectangual por Diego de Villarreal y se derriba el pasadizo que la unia con la ya casa del conde de Lemos. Entorno a 1809, durante el reinado de José Bonaparte, tanto la parroquia de Santiago como la de San Juan fueron derribadas para ampliar el entorno del Palacio Real. No obstante, pocos años después se decidió reedificar de nueva planta la parroquia de Santiago, encargándose del proyecto el arquitecto Juan Antonio Cuervo. El templo actual, que reúne a las dos parroquialidades, fue construido entre 1811 y 1814 sobre unas trazas que nada tienen que ver con las de la antigua parroquia. El nuevo edificio, de trazas neoclásicas, se levanta sobre una planta de cruz griega con cúpula en el crucero y pilastras en los pilares. En el interior es llamativa la planta semicircular de la capilla mayor, en la que, por otra parte, se conserva un magnífico cuadro de Santiago “matamoros”, obra maestra del pintor Francisco Ricci. Adosado a la iglesia de Santiago estaba el convento de Santa Clara que se extendía hasta la calle del Espejo que abarcaba también la actual calle de la Independencia y la de Vergara.
Las casas que podemos ver a la izquierda de la iglesia de Santiago se levantan en parte sobre lo que fue palacio del marqués de la Laguna, con proyecto de Juan Gomez de Mora. Terminado de constuir en 1622, tres años despues el mismo arquitecto construye un pazadizo que lo une con la iglesia de Santiago para que el marqués pueda desplazarse para oir misa dado su estado de salud. La plazuela de Santiago se amplia en 1945 cuando se derriba el edificio y se construyen las casas que vemos. Antes y desde 1837 fue sede de la diputación de Madrid.
Poco quedaba de las Casas del Contador, luego del conde de Lemos, junto a la iglesia de Santiago y la plaza de Ramales, y este es el estado actual. Derruido el saliente entre la calle del conde de Lemos y la de Santa Clara. Había en esta esquina restos del convento de Santa Clara a modo de jambas de las puertas que esperemos sean reubicas de alguna manera en este lugar. En la casa del Contador se hospedaron Juan II, Enrique IV y el condestable Álvaro de Luna donde parece que su mujer Juana de Pimentel, luego de viuda la Triste Condesa, dío a luz a su hijo y herdero Juan.

Luego de viudo Alonso Álvarez de Toledoo contrajo segundo matrimonio con Catalina Núñez de Toledo también de linaje converso y vecina de la ciudad de Toledo. Hija del jurado Francisco Núñez de Toledo, vecino de las casas de la Gallinería, luego llamadas de los Toledo. En una de las casa de esta calle, esquina a la de Amnistia, se suicida Mariano José de Larra el 13 de febrero de 1837. No lejos en los jardines de Lepanto, en lo que fué la casa de la princesa de Éboli, un busto recuerda al escritor y articulista. Dolores Armijo visita a Larra en su casa de la calle de Santa Clara, cerca de la plaza de Oriente, esquina a la calle de la Amnistía, para pedirle unos documentos privados, probablemente cartas que pudieran comprometerla. Es la tarde de la ruptura. Dolores tiene decidido ya viajar a Filipinas. Dolores Armijo no imaginaba que tan sólo unos meses después sería víctima de un desastre inesperado. No sabía que el viejo mercante en el que se embarcó para iniciar una nueva vida no llegaría a Filipinas. No sabía que aquel barco se hundiría a la altura de la costa de Buena Esperanza. Ignoraba que no habría supervivientes.
En el arrabal de Madrid, junto a la puerta de Valdanú y la Cerca, fue fundación en 1460 de Catalina Núñez un Monasterio de religiosas franciscanas de Santa Clara. Catalina Núñez, tras enviudar, obtuvo la licencia papal para el establecimiento conventual, lo dotó y puso por única condición "que no se pudiessen apartar jamás de la obseruancia regular, reseruando para si y los sucessores de su casa el derecho del patronazgo perpetuamente". Catalina Núñez, tras fallecer en 1472, fue enterrada en la capilla mayor. También tuvieron capillas en el templo del convento los Cuero en la Capilla de Santa Catalina y los Vargas Mejía en la capilla de San Juan. El edificio de este convento era colindante con la iglesia de Santiago y ocupaba la práctica totalidad de la manzana 429 entre las calles actuales de Santiago, Vergara, Santa Clara y plaza de Santiago, sobre las que fueron casas de su fundadora. En 1581 se ensanchó la muy corta "calle que va de la iglesia de Santiago a la de San Juan", lo que obligó a reedificar parte de la clausura, y en 1619 se labró la portería. El convento fue demolido durante la invasión francesa; las religiosas se trasladaron al monasterio de la Concepción Francisca, y tras diversos destinos fuera de la villa regresaron a Madrid, instalándose en el de las Comendadoras de Calatrava. Sobre su solar se abrió la calle de la Amnistía.

Fachada y blasón de la casa de los condes de Dávila en la calle de la Amnistia 12.
Vista de la plaza de Ramales desde la calle de San Nicolás, ya camino de una de las iglesias del Fuero. Antes pasaremos por lo que tambien fueron casas de los Herrera, luego del Conde Duque, después Casa de la Cruzada y palacio y ahora edificios de viviendas.
Tribunal de la Santa Cruzada en Madrid, manzana 427. D

Entre la calle de San Nicolás y la plaza de Santiago.
Aquí estuvo el Tribunal de Cruzada, de ahí su nombre, en la esquina con la calle de San Nicolás.
Este Tribunal se construyó en el solar donde anteriormente estuvo la casa de los Guzmanes, donde vivió el conde duque de Olivares.
La casa estaba unida a la iglesia de San Juan por un pasadizo que fue construido por el duque de Alburquerque en el siglo XVII.
En su solar estuvo primero la casa de Pedro de Herrera Ossorio y del Águila, pintor conocido como el Viejo.
En 1617 la compró Enrique de Guzmán, cuyo hijo, el conde duque de Olivares, la heredó.
Hacia mediados del siglo XVIII la Santa Cruzada mandó construir un nuevo edificio para su Tribunal que fue derribado en 1974.


En el número 4 de la calle vivió y murió en 1903 el poeta Gaspar Núñez de Arce.

Es esta la manzana que ocupaban las otras que casas que los Herrera tenían junto a la iglesia de Santiago y San Juan. En 1620 se subastaron y fueron adquiridas por el conde duque de Olivares, no podia estar más cerca del Alcazar. Mando construir una importante casa que se terminó en 1623. Al poco tiempo la vendió al Consejo de la Cruzada, nombre actual de la calle donde encuentran junto a la plaza de Santiago. En 1768 fue construido en su espacio por el arquitecto Andrés Díaz Carnicero un palacio para residencia de Domingo Trespalacios, del consejo y cámara de Indias. Constituye otro ejemplo más del auge de la arquitectura civil y residencial del siglo XVIII madrileño. Se trata de un edificio de planta poligonal compuesto por tres alturas sobre sótano y provisto de un gran patio y tres fachadas en las que cabe destacar la simetría de los huecos y sus balcones curvilíneos. Después de la Guerra Civil se estableció en la planta baja del edificio la sede del Colegio Oficial de Arquitectos hasta 1941, pues un año antes de su traslado el palacio fue objeto de una profunda remodelación, realizada por el arquitecto José Antonio Fraile Ruiz de Quevedo, con el fin de transformarlo en un edificio de viviendas y oficinas. Con posterioridad una nueva reforma se centró en conseguir una mayor integración del inmueble con su entorno, empleándose técnicas de enfoscado en las fachadas que permitieran simular la sillería de las antiguas construcciones.
Escudo de Domingo Trespalacios y Escandón. Casa con la hija del marqués de Altamira. MARQUÉS DE ALTAMIRA. Fue creado este título nobiliario, por merced de Su Majestad el Rey Don Felipe V, en su Real cédula de 23 de diciembre de 1702, con el Vizcondado previo de Tagle, a favor de Don Luis Sánchez de Tagle y de la Rasa, Ruiz de Igareta y de Barreda, Maestre de Campo de los Reales Ejércitos en Méjico, Caballero del Hábito de Calatrava. En la actualidad este título está vacante.
Pedro Fernández de Castro, Andrade y Portugal. Monforte de Lemos, 1560 - Madrid, 1622. VII conde de Lemos, IV marqués de Sarria, V conde de Villalba, III de Andrade y Grande de España de primera clase. El Gran Conde de Lemos y el gran mecenas del Siglo de Oro. En 1598, el Conde buscaba de una persona de valía que le ayudase en sus asuntos personales; dio con Lope de Vega, quien pasó a su servicio. Así, uno de los escritores de más relevancia del siglo de oro se convertiría en el secretario personal del Conde. Fue un importante mecenas de grandes escritores de su época, como Luis de Góngora o Miguel de Cervantes, quien le dedicó su obra Los trabajos de Persiles y Segismunda, la segunda parte del Quijote, las Novelas ejemplares, y las Comedias y entremeses, además de los hermanos Argensola, y de Quevedo, Son múltiples las cartas, poemas, dedicatorias y otros testimonios que nos revelan el grado de aprecio de la élite intelectual por el conde, y a través de ellas conocemos que una fuerte y sincera amistad, que trascendía la pura relación mecenas-artista, le unía a, entre otros, Cervantes o a Lope de Vega.

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